sábado, 23 de julio de 2016

"El judío y el burgués: dos expresiones de un mismo chivo expiatorio"



as mentiras más peligrosas son aquellas que contienen una porción de verdad, porque es ella la que les otorga el poder de presentarse (y propagarse) como enteras verdades aun siendo parciales.

Existe una distancia enorme entre saber que se oculta algo y saber QUÉ es lo que se oculta. No saber reprimirse ante ese "gran salto" es lo que caracteriza al conspiranoico.

La realidad es un torrente inabarcable de sucesos e interacciones entre individuos y entre grupos. Los intentos por hallar patrones que nos hagan más comprensible ese aparente caos acostumbran a conducirnos por vericuetos extremadamente equívocos.




Teniendo en cuenta estas advertencias, vayamos a los hechos. Intentaremos desplegar un mapa exhaustivo de los posibles factores, así como de las diversas perspectivas implicadas en la llamada “cuestión judía”.

1 – Contexto metapolítico: 

Hoy todo lo referente al Holocausto Judío está legislado y se aplica una muy férrea censura (que no se aplica, sin embargo, a todos los demás genocidios del s. XX). Pocos pueden imaginarse la formidable excusa que ello supone para comprar el paquete completo del revisionismo encargado de glorificar a los nazis. Además, el hecho de que lobbies judíos estén invariablemente detrás de ello constituye a los ojos de muchos "la prueba definitiva".

Es un hecho curioso: conforme la realidad se torna más compleja, a los que siempre andan buscando explicaciones simples les es más fácil encontrar las "pruebas" que necesitan. Basta confirmar que los grupos de presión judíos tienen hoy un enorme poder, así como que este grupo étnico es con diferencia el más exitoso en la banca, la empresa, la cultura y la ciencia, para creer haber "descubierto una conspiración".



Pero la realidad, que siempre cuenta con muchísimas más aristas que cualquier fabulación, nos obliga a reconocer que las verdaderas razones de que esto sea así son muchísimo más complejas y equívocas de lo que alcanza a explicar la tesis de la “gran conjura”.

Por ello la censura sobre la revisión del Holocausto y de la cuestión judía no hace sino proveer de excusas y regalarle armas dialécticas a los neonazis de todo el mundo (que por cierto, uno diría que no paran de crecer; al menos a juzgar por lo que se observa en la red de redes, donde la gente no se corta de confesar a los cuatro vientos sus inclinaciones políticas como sí lo hace cuando no se halla protegida por el anonimato).

Con esa censura seguramente se pretendió evitar que se volvieran a repetir los trágicos episodios de la Alemania Nazi, pero lo que se consiguió fue, muy al contrario, reavivar la llama de la paranoia judeofóbica por todo el mundo.

¿Para cuándo una lacrimógena superproducción hollywodiense sobre los crímenes del comunismo? … ¿Nunca se han preguntado esto?

No sé si muchos han caído en que el nazismo triunfó en un sólo país y se han hecho decenas y decenas de películas o documentales sobre sus horrores. Pero el comunismo lo hizo en muchos más países, duro mucho más tiempo, sus horrores no fueron menores, y sin embargo hay que buscar las obras dedicadas a él con lupa. ¿La explicación? Hollywood está lleno de judíos y de socialistas. Y lo mismo ocurre en el resto de industrias culturales.

Si gustan, pueden tacharme a mí también de judeofóbico, pero lo único que he hecho es una descripción no valorativa. Sobre los motivos de que esta comunidad sea tan predominante hablaremos más tarde (lo de los socialistas tendremos que tratarlo en otra ocasión). El hecho, por otra parte, es indudable: no tienen más que fijarse en los grandes nombres de la cultura en el último siglo. Y si resalto este hecho es justamente porque diseccionarlo resulta de vital importancia para desmontar grandes bulos e ideas tan poco sensatas como las nazis o las judeofóbicas.

2 - Psicológica de la inclinación por las teorías conspirativas:

Yo he leído a autores judeofóbicos, desde los abiertamente hostiles al pueblo hebreo en conjunto hasta los pretendidamente moderados que te venden de inicio una postura no radical y muy matizada. Pero aun en esos casos se aprecia que, si en algún momento se acercaron a la cuestión con desapasionamiento y objetividad, a partir de ciertos “descubrimientos” se dejaron llevar por conclusiones apresuradas y, desde entonces, todo fue filtrado por ese prisma particular que, por la razón que fuese, ya no estaban dispuestos a cambiar. No mantuvieron su mente abierta y su espíritu científico más allá de cierto punto; tenían demasiada prisa por extraer conclusiones, y que éstas fueran además impactantes. En ello tiene algo que ver la recompensa endorfínica que procura el saberse portavoz de oscuros y terribles secretos.

Yo mismo me dejé seducir en parte por la paranoia antisionista. Pero ese fuego fatuo va desinflándose conforme uno es más consciente de las trampas gnoseológicas subyacentes a toda conspiranoia, así como del componente adictivo implicado en el complejo del "iluminado que ha alcanzado a conocer los más oscuros secretos". Buscar explicaciones simples a procesos inmensamente complejos es una tentación muy fuerte, y es muy común caer en ella porque nuestro cerebro busca desesperadamente proveerse de certezas. 

Pero, dicho esto, tampoco podemos omitir que se ha caído en un error análogo por parte de los judeófilos, presentando a los hebreos poco menos que como santos mártires y obviando, al contrario que los otros, todo aquello que los aleje de esa imagen de angelical inocencia y los muestre como lo que realmente son: seres humanos como todos, con sus grandezas y sus miserias. Tampoco ayuda nada, como expuse anteriormente, seguir persiguiendo a los revisionistas del holocausto o de la cuestión judía y seguir manteniendo un doble rasero sobre los genocidios y sobre los totalitarismos, según los practicasen unos regímenes u otros. Como tampoco ayuda pretender blanquear y relativizar la posición actual de la comunidad hebrea. No admitir que, desde hace por lo menos un siglo, una parte del pueblo judío se ha convertido en una suerte de élite intelectual y económica en Occidente es querer tapar el Sol con un dedo. Es comprensible que los neonazis y los judeófobos en general se partan de risa y, de paso, se reafirmen en sus convicciones cuando oyen a tanta gente negar lo que es, en el mejor de los casos, un secreto a voces.


3 - Judeofobia como una de las expresiones del anticapitalismo:

Las dos cosas acaban estando inevitablemente relacionadas entre sí, y ambas lo están a su vez a la “filosofía de la sospecha”, esa locura de la razón que consiste en otorgarle mayor importancia a lo quepodría ser que a lo que sabemos positivamente que es. Una clave muy importante la dio Marx en su ensayo breve pero revelador sobre la cuestión que nos atañe: el judío se identifica con el burgués. Y tirando de ese hilo, uno se acaba percatando de hasta qué punto son análogos. Tanto el judío como el burgués son durante mucho tiempo despreciados, cuando no perseguidos; y las trabas con que constantemente se topan les obligan a desarrollar mayor talento para la supervivencia o, dicho de otro modo, a agudizar su ingenio.

«Las minorías nacionales o religiosas que se oponen como “sojuzgadas” a otro grupo “dominador” suelen verse impulsadas de un modo especialmente intenso hacia la carrera económica debido a su voluntaria o involuntaria exclusión de los puestos políticos influyentes.» (1)
A las iniciales reservas moralistas se unen, pues, los sentimientos de envidia una vez se les ve triunfar. 

La única diferencia entre usar de chivo expiatorio a la burguesía o a la judería es que, hoy por hoy, resulta mucho más tolerable el odio hacia una clase social que hacia una etnia, raza o grupo religioso. Si los nazis no hubieran llegado al poder y su persecución de los judíos no se hubiera convertido en el paradigma de la maldad, hoy gran parte de la izquierda no tendría problema en mostrarse abiertamente judeofóbica. Claro que algo similar le podría ocurrir a la derecha, siendo que los judíos no sólo se hayan sobrerepresentados en la banca y la empresa, sino también en la intelectualidad y vanguardia revolucionaria, especialmente de corte marxista. Eso es justamente lo que ha llevado a gran parte de la Tercera Posición, como síntesis que es del pensamiento izquierdista y derechista, a construir un aparatoso relato donde la judería, en secreto, creó tanto el capitalismo como el comunismo en una inconcebiblemente ambiciosa estrategia para subyugar a los gentiles y reinar sobre ellos. Por supuesto, esta llamativa explicación les seduce más que aquella que, por más simple, es más plausible: que los judíos tendieron a especializarse en la banca, en la acumulación e inversión de capital por un lado, y en las labores intelectuales por otro; y de ahí que, tal como expliqué antes, partieran con esa ventaja cuando se produjo la emancipación e igualación en derechos con los gentiles. Si resultaba que había, como resultado de las trabas culturales y legales del pasado, muchos más judíos que gentiles dedicándose a esas tareas desde hacía siglos, era de esperar que siguieran siendo predominantes en ellas por mucho tiempo.

Por ello no debemos comprar el engañoso relato que nos presenta la persecución de los judíos en Alemania como de una naturaleza por completo distinta a la de los burgueses en Rusia. También a los judíos en Alemania se les percibía como una élite; y en parte lo eran: una élite intelectual, bancaria e industrial. El resentimiento hacia el que tiene más se unía aquí a la sospecha de que todos los puestos influyentes estaban siendo copados por un grupo étnico-religioso “extraño” a Alemania.


4 - Factores históricos y socio-culturales:

La identificación que existe entre el judío y el burgués, y la razón principal por la que históricamente han sufrido el rechazo de la mayoría se halla condensada en esta cita de ´El Capital`:

«Junto a los productores independientes, que ejercen su oficio de artesanos o labran la tierra en las formas tradicionales y a la manera patriarcal, aparecen, chupando parasitariamente sus energías, el usurero o el comerciante.» (2)
Esa perspectiva nos ayuda a acercarnos al conflicto con cierta humildad y nos previene de lanzar juicios y condenas categóricas hacia unos y hacia otros. Las explicaciones más habituales de este conflicto que recorre siglos y siglos de historia caen por lo general en ese error, tanto las que se inclinan del lado de los judíos como las que se inclinan del lado de los gentiles. Lo más fácil es dar por hecho que toda la culpa viene de un lado: que los gentiles han adoptado actitudes intolerantes, irracionales y criminales respecto a los judíos sin que mediara provocación por la otra parte; o desde el relato contrario, que los judíos se han dedicado en todos los territorios por los que han pasado a explotar sus recursos y llevarse las ganancias a otra parte, o bien a estafar de diversos modos a sus gentes, puesto que es algo que encaja con la mentalidad de un pueblo nómada. En ambos casos, no nos cuesta gran esfuerzo establecer víctimas y victimarios. Pero tampoco dicto yo sentencia contra estos análisis: es comprensible que la gente intente buscar respuestas, y lo es también que no alcancen a ver simultáneamente las dos perspectivas. Como dijimos al comienzo, las medias verdades son mucho más convincentes que las mentiras, y sus trampas mucho más difíciles de descubrir. 

Pero si logramos desarrollar esa empatía y esa humildad que intentaba transmitirles, y que considero requisito imprescindible para entender el problema que nos ocupa, lo que veremos en este conflicto será simplemente grupos humanos cuyos valores y costumbres, por la razón que sea, chocan entre sí. En este sentido ya no importa tanto la peculiaridad irrepetible del Pueblo Hebreo, pues estos choques entre valores y costumbres de diversa procedencia se dan entre muchos otros grupos.

La peculiaridad se muestra sobre todo en el desarrollo específico de las relaciones entre judíos y cristianos en Europa. A grandes rasgos diríamos que la comunidad judía se hizo fuerte durante su persecución. El fin de la misma (o, al menos, la emancipación y la igualdad ante la ley) dio como resultado que quedaran en una posición de ventaja frente a los cristianos. Los hebreos se habían visto obligados a espabilarse (para conservar su riqueza, para desarrollar actiividades con mala prensa, o para sobrevivir en un entorno hostil) de un modo al que no se habían visto obligados los cristianos. Estos últimos eran los responsables indirectos de haberles creado esa ventaja. Pero por aquel entonces no se percibía así: sencillamente les veían como una amenaza.

El persistente rencor hacia los judíos entronca con el persistente rencor hacia los ricos, los empresarios y las élites en general. Salvando las distancias, la razón del éxito de la comunidad judía es similar a la razón del éxito de la burguesía. Como también dijo Marx en su ensayo sobre la cuestión judía, «el judaísmo secular ha engendrado al burgués y la sociedad burguesa ha engendrado al judío secular» (3)

Al comerciante, al emprendedor y al que va por libre siempre se le ha mirado con sospecha; y él habitualmente se ha hecho más fuerte ante la adversidad y ha triunfado sobre aquellos que estaban más pendientes de envidiar el éxito ajeno que de perseguir el suyo propio. ¿No sería, pues, más útil hallar las razones del éxito de ciertos grupos, y aprender de ellas, en vez de envidiarlos y culparlos por haberlo conseguido?




5 - Factores étnicos y religiosos:

Ya dije que los factores son muchos; y no podemos olvidarnos de estos dos. No obstante, la lista siempre se nos quedará incompleta: es del todo imposible tener en cuenta todas las posibles causas que hayan podido ser relevantes en este conflicto, que es no sólo étnico y religioso, sino también socio-económico.

«El judaísmo se ubicó del lado del capitalismo “aventurero” de orientación política o especulativa; su ethos fue, en una palabra, el del capitalismo paria. El puritanismo, por su parte, sostuvo el ethos de la empresa racional burguesa y de la organización racional del trabajo. Tomó de la ética judía sólo lo que se ajustaba a este marco.» (1)
Este pasaje de la obra más conocida de Weber ya nos pone en la pista de las peculiaridades de la religión judía que sirvieron de fermento al surgimiento del capitalismo.

A nivel religioso, parece claro que el Judaísmo tiene una vocación más pragmática que el Cristianismo, lo que guarda relación con su enfoque menos centrado en el espíritu y más en la materia. Las implicaciones de esto en el desarrollo histórico de ambas comunidades son, si no determinantes, sí al menos de cierta trascendencia. Por otra parte, el precepto bíblico de prestar con interés sólo al gentil nos revela no sólo la distancia que se establece de inicio entre la Tribu de Judá y el resto de tribus sino también algunas de las causas que motivaron la animadversión de los gentiles en tantos momentos y lugares donde los caminos de ambos se cruzaron.

«El hombre se escinde del mundo. El mundo ya no es santo, ya no está encantado. Su única finalidad es ser dominado con trabajo y sufrimiento porque Dios lo manda. (…) La ciudad, Ur, queda condenada. El hombre hebreo, por tanto, flota sin vínculos que lo unan a una tierra, a un mundo sagrado, ni a una comunidad, a una forma de organización civil.» (4)
Por un lado el carácter nómada del Pueblo Hebreo y su largo historial de expulsiones, y por otro las trabas o abierta prohibición a poseer tierras u ocupar cargos políticos, incentiva su preferencia por las formas de riqueza fácilmente transportables (el dinero, el oro); lo cual viene a reforzar u otorgar mayor funcionalidad a esa inclinación por lo material que distingue a su religión de la cristiana.

Sobre los factores étnicos se ha especulado mucho, pero si algo parece innegable es que no existe una única etnia judía. Las comunidades hebreas a lo largo del mundo muestran fisonomías que van desde la típicamente africana a la típicamente centro-europea o eslava, pasando, claro está, por la más propiamente semítica. Sobre este asunto no merece la pena extenderse, pues resulta bastante obvio a cualquiera que lo juzgue con una mínima objetividad que no existe tal cosa como una “raza hebrea”.

No obstante, también resulta innegable que, aun con todos los cruces de genes que se dieron entre judíos y gentiles, ambas comunidades permanecieron segregadas durante siglos y las actividades a las que tradicionalmente se dedicaron una y otra presentan clarísimas tendencias divergentes. Ello nos puede llevar a elucubrar que ciertas aptitudes quizá fueron potenciadas como resultado de una selección natural operada en el seno de ciertos grupos. Se han hecho varios estudios que apuntan a un mayor cociente intelectual entre los judíos askenazis que entre el resto de europeos (lo cual no es necesariamente sinónimo de mayor inteligencia en general, pues hay muchas formas de medirla y ninguna es del todo exhaustiva). A esto se refiere David Duke (5) en su interesante pero sesgada obra ´Supremacismo judío`. Las labores predominantemente intelectuales (aceptemos el término por convención, dado que el intelecto no sólo atañe a las letras y los números) a que se dedicó gran parte de la comunidad judía pudo favorecer el que sobreviviesen y se reprodujesen mejor aquellos que tuvieron más éxito precisamente en esas áreas; lo cual podría –y digo “podría”- haber operado como selección darwinista de los más aptos para este tipo de actividades; y por tanto vendría a sumarse a los factores implicados en esa sobrerepresentación de los judíos en el terreno de la ciencia, la banca o la cultura que hoy resulta tan llamativa.

Como vemos, la genealogía de la judeofobia (y de la gentil-fobia) no es una tarea tan sencilla como se pretende a menudo; y para nada puede afirmarse, como muchas veces se hace con la mejor intención, que el pueblo judío no tenga nada de especial y que el odio hacia ellos no tenga más motivo que una virulencia instintiva o un condicionamiento cultural. No: si de verdad nos interesa combatir ese odio, debemos ser honestos y reconocer las peculiaridades que han hecho a este pueblo único en la historia, y que les ha colocado en el ojo de todos los huracanes.

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Referencias:

(1) Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo.
(2) Karl Marx, El Capital, Tomo I.
(3) Karl Marx, La cuestión judía.
(4) José Javier Esparza, Curso general de disidencia.
(5) David Duke, Supremacismo judío.







(Source: underyourfuckinground.blogspot.com)
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