miércoles, 8 de junio de 2016

¿Cómo asumir en Canarias la condición mestiza?



I. Planteamiento: Qué se entiende por ‘mestizo’

Todavía se escucha ocasionalmente en boca de las generaciones mayores e intermedias de canarios naturales un singular aserto que tiene – como casi toda la inventiva oral - su perfil ontológico (“Somos de mil leches, como el queso de Guía”) y el correspondiente genético animal: ”Es un perro mestizo, un mil leches”. En ambos casos el aporte léxico ‘leche’ en su disemia de definición y metáfora (‘producto de la ubre de los mamíferos’ / ’semen’) nos provee de una buena entrada al desarrollo de nuestra propuesta teórica. Pues apunta directamente a una autodefinición cultural de quien se expresa en tales términos, en uso y disfrute del imaginario creativo popular, ya sea con el señalamiento de la mezcla de leche de numerosas unidades ganaderas para la elaboración de un queso (hipérbole que alcanza la cantidad simbólica ‘mil’), ya sobre el libre cruce de los animales en libertad.

Porque vamos a tatar de la condición mestiza, qué ha sido, qué es y qué será del resultado de la praxis reproductiva humana en el límite de las Islas Canarias, territorio ideal para ejemplarizar cualquier argumentación - ya coincidente o no con la ciencia - y con la asunción o descreencia popular de nuestro mestizamiento. Trataremos así de explayar formalmente nuestro criterio al respecto más allá de la premisa de partida, repetidamente expresada de una u otra forma en entrevistas y apuntes antropológicos, desde el Ier Congreso de Cultura Canaria (Ateneo de La Laguna). Tal criterio ha sido y es que el canario medio no asume abiertamente su mesticidad intrínseca y piensa ser ‘blanquito’, “como cualquier español”, frente a la ausencia de un grado de melanina superior a la ‘raza blanca’, y suponible como evidencia de mezcla con otras ‘razas’.

Mis pesquisas, encuestas y anotaciones de campo en tal sentido me han llevado a sostener que la percepción que tiene la población canaria es de pertenecer a lo que llamaríamos un biotipo ‘blanco’ por aproximación, aun reconociendo – incluso la población menos alfabetizada o desinformada por el aislamiento - que hay en nuestro currículo sanguíneo cierta base genética matrilineal bereber desde la conquista española. La educación colonial, contrariando la regla de Bertrand Russell, ha tratado de españolizar durante demasiado tiempo contenidos, hábitos y directrices españolistas, hasta redondear su metódica asimilación con la creencia en una relativa unidad tipológica que se define como ‘español blanco’. Se olvida o se descuida enseñar en nuestro sistema educativo sobre esta cuestión - o se da por supuesta como una obviedad que conoce el alumnado - acerca del relativismo o falsedad de lo que es recibido como instrucción sociocultural y ontológica en niveles intermedios entre la creencia racional y el sentimiento emocional.


El propósito de esta escritura será contrariar tal inhibición ontológica, desactivando cualquier residuo de mitología purista racial en quienes aún, cuando se miran al espejo, se ven y se reconocen ‘blancos’ sin mácula de sangre extraña, sin asomo de mestizaje alguno en su apariencia facial. La cara como espejo de la raza, esa es la premisa a combatir, tal como se dice que es el espejo del alma, lo que conduce al silogismo raza=alma. Seguiremos pues el método que sugirió para la antropología cultural Clifford Geertz. Este famoso antropólogo, influido por la hermenéutica en la tradición de Dilthey y la semiótica moderna, argumenta que “(…) el modo más correcto, o acaso el único para describirlos fenómenos culturales es precisamente interpretarlos.” (1) “¿Por qué causa? “ – arguye a su vez Dan Sperber – “Porque los fenómenos culturales son vehículos de conocimiento, son signos, mensajes, textos.”(…) “la cultura de un pueblo es un conjunto de textos (Geertz 1973: 452) y porque la interpretación es una forma particular de descripción, la forma requerida para descubrir tales hechos de significado.” (2)

Hemos llegado así al planteamiento teórico alma (canaria)= raza = texto, que nos situará adecuadamente en el perfil medular de la cuestión tratada. Creencia popular, superstición, sentimiento versus información, empirismo científico y racionalidad serán aquí el utillaje nocional con el que contamos argumentalmente para tal descriptiva. El lugar que cada una de tales nociones ocupa en la creencia o descreencia en el mestizaje pondrá al descubierto su utilidad hermenéutica, llegado como parece el momento de debatir esta cuestión, tan pendiente y postergada en el debate sobre nuestra peculiaridad.

I I. Nudo: Crítica de la intuición mestiza.

La definición comúnmente aceptada de ‘pueblo mestizo’ es resultado de una dinámica convencional que se resume como sigue. Una mezcla entre pueblos europeos con nuevas poblaciones donde, tras un proceso de conquista en el que un pueblo se impone sobre otro por superioridad de armamento, trayendo como consecuencia modelos de organización política, religiosa y cultural en el área conquistada, lo que reproduce la pauta o modelo colonial. El mestizamiento de ambas poblaciones resulta inevitable porque son sólo varones los conquistadores y hembras las que sobreviven a la eliminación de los guerreros indígenas, un botín carnal – violación o fecundación forzada en muchos casos - que es la matriz de los pueblos americanos en general. Son los que más conocemos, tanto por la amplísima bibliografía existente como en carne propia, porque los isleños estamos metidos hasta un grado inimaginable de implicación real en esa travesía genética de ida y vuelta.

Ampliando el espectro, todo sea relativizar su contenido, hablaremos del mestizaje como una constante universal desde la Prehistoria, hija del nomadeo de una región a otra, salvo las excepciones debidas a la condición tabuizada. No obstante esta generalización fenomenológica, se sobrepone a la dinámica natural - contrariando así la regla general - en varios territorios asiáticos y africanos donde ciertos pueblos conservan aun un purismo étnico en exclusividad.

Mas no hablemos aquí de esta dinámica sanguínea de evolución asimiladora en las etnias conquistadas y esclavizadas, porque esa es la historia universal y el tema nos llevaría a territorio propiamente histórico: a las conquistas diseminadoras de Alejandro Magno, a la germinación latina en su derredor europeo y norteafricano, a las invasiones normandas, a las invasiones ‘bárbaras’, al ancho Caribe color canela y a otros muchos ejemplos que cualquiera puede deducir de las elementalidades ya reconocidas en la geografía humana.

Veamos resumidamente el currículo genético de los conquistadores y pobladores de las Canarias, leamos su ‘cartilla racial’, su pasaporte étnico. Según toda evidencia retrospectiva los llegados a nuestras costas son caucasoides, indoeuropeos, camitas y semitas, íberos, celtas, turdetanos, etc., romanizados y arabizados a fondo sobre aquel substrato general hasta llegar al ‘tipo medio’ que constituía la tripulación de las primeras expediciones. Esto es: los que llegan traídos por el rumbo Sur-Suroeste son ya demostradamente mesturados, y de más de una nacionalidad: españoles, portugueses, italianos, flamencos, franceses. Un aluvión mediterráneo producto del intercambio sanguíneo ocurrido durante milenios y, en origen, con cualquier procedencia étnica en los límites geográficos alcanzados por la comunicación comercial o las conquistas imperiales. 

La hibridación multiétnica sucedida en las Canarias era pues previsible : todos los viajeros que desde la Edad Antigua dejaron aquí su semilla, han acabado por combinar todo un biotipo de dominante “blanco”, sin melanina aparente como registro diferencial, salvo el moreno propio del que trabaja en el campo o el ocioso y eterno sol playero. Por poner un ejemplo de la inconciencia general que se tiene del mestizaje, acaso los apellidados Moreno por blanquitos que se vean, no se hayan enterado de su origen onomástico, y caigan de la higuera cuando acaben enterándose por los historiadores especialistas en la trata de esclavos que era el ‘apellido’ que se les ponía a los esclavos negros en las escrituras de venta, conservadas en el Archivo de Indias (Sevilla). Los varones no fueron inscritos como ‘negros’, acaso porque no lo eran tanto, sino berberiscos: ‘moreno’. Un Sebastián, moreno - por dar un espécimen individual - que acaso dejara descendencia en España o en las Indias. A tal respecto produce cierto asombro comprobar como esta voz, ‘moreno’, ha terminado por convertirse en un eufemismo de ‘negro’ en la nominación atenuante que algunos practican, por no decir ‘negro’, señalamiento que connota irremediablemente un contenido racista inconsciente o voluntario, que hasta tal punto ha llegado a infravalorar la melanina el eurocentrismo dominante. Es curiosa, por demás, y digna de profundización etnolingüística, la coincidencia de este eufemismo piadoso en la actualidad con la remota descriptiva esclavista; cuyos motivos no acabamos por conocer, pero que no pertenecían exactamente a una voluntad eufemística, sino de descriptiva por clara evidencia de melaninación de la piel. Un esclavo canario recibía ese tratamiento descriptivo, canario (cuando no traía por escrito el apellido de su amo, y ya venía bautizado); un esclavo o esclava africano , tanto bereber como del golfo de Guinea, pasaba a ser moreno.

Siguiendo en el capítulo compartido entre la intuición y la inconsciencia mestiza pudiéramos derivar a varios campos significantes, siguiendo en el capítulo de la onomástica. ¿Cuántos canarios apellidados Perdomo conocen su origen? Sepan los que queden por saberlo que proceden de un emigrante europeo llamado Preudhomme (más modernamente Proudhomme), apellido francés que quiere decir ‘hombre honesto’, ‘probo’. Con él sucedió que algún cura de Betancuria o La Oliva inscribió a su modo un descendiente bautizado, registrándolo como Perdomo, canarizando algo que acaso no le fuera comunicado por escrito, entendiéndolo ‘de oídas’. Seguramente son muchos más – por no decir todos – los apellidados Alemán y Francés, pues con este genérico de nacionalidad fueron inscritos bastantes europeos, quienes eventualmente tenían apellidos complicados para el escribano civil o religioso. A algunos apellidados Auyanet les consta que proceden de un Aoujounet aclimatado en Gran Canaria, con relativa progenie actual; los Martel y los Dieppa terminan sabiendo que sus ancestros fueron franceses: Martell y Dieppe, los Fleitas y los Mireles de los Freitas y Meireles portugueses, los Artiles y Grimón directamente de Flandes, etc., etc.

Como se está comprobando la onomástica resulta ser un valioso instrumento auxiliar para elucidar los orígenes. Un repaso a las guías telefónicas de ambas provincias canarias nos sitúa con veracidad ante la realidad poblacional: dominante absoluta de los apellidos en –ez : González, Rodríguez, Pérez, López, Bermúdez, Gómez, Sánchez, Méndez, Hernández, Fernández, Benítez, Suárez, Ramírez, etc. Diríamos que son el sustrato étnico mayoritario o con base multisecular, esto es: que se han mantenido inalterables desde un siglo después de la Conquista.

Tras esta base cuantitativamente mayoritaria se contabilizan todo tipo de orígenes continentales: hay palestinos y sirios (Tabraue, Saíd, Abd-el-Nur, El Jaber, El Mir, etc.), portugueses ( Brito, Devora, Mireles, Machado, Pinto, Silva, etc. ), catalanes, alemanes, suecos, ingleses, indostánicos, saharauis, marroquíes, mauritanos, guineanos, gitanos etc. , etc., completando el tablero multiétnico de modo matemáticamente progresivo.
Lo hemos expresado alguna que otra vez: el arquetipo onomástico canario es por derecho propio el apellido Santana, tan profuso en nuestra deriva migratoria que me dicen desde La Habana que ocupa varias columnas del listín telefónico capitalino y el de Santiago (provincia de Oriente). Estamos pendientes de su fenomenología extensiva a los listines telefónicos de Caracas, Buenos Aires y Montevideo. Santana - o ‘ de Santa Ana’ en origen – es un apellido que nace en Gran Canaria, el que se dio a los niños recogidos en el torno de los conventos, o del Hospital de San Martín, tanto el que fue quemado por las hordas de Van der Does ( con fachada a la actual calle San Marcial, en LPGC) como el nuevo ( con fachada a la calle Castillo), reconvertido hoy parcialmente en espacio cultural cabildeño grancanario. Detrás de ese apellido hay un inmenso sustrato étnico condenado a la situación de enigma interclasista permanente, dado que con ese procedimiento se deshacían de los nacidos no deseados tanto dentro del patriciado, como en las clases pudientes y razas serviles (negros y moriscos).

No deja de ser curioso que la voz santanero se haya visto inmersa en una dinámica mesturada de representación semántica y de paradigma ontológico canario. Las fuentes que manejamos lo han seguido como notación nominal y corroboran que “(…) se admita en las primeras fuentes dialectales (LUGO, MAFFIOTTE) como ‘inclusero’, ‘expósito’ y que PÉREZ VIDAL y PANCHO GUERRA amplíen su alcance (“3. Reg. Sin reg. Su uso está limitado a la isla de Gran Canaria, cuya Casa de Expósitos está bajo la advocación de Santa Ana (PZ. VIDAL: ED. DE LUGO.) 4. Mientras no se le señale ajena procedencia puede considerarse de formación canaria (PZ. VIDAL: PROV. CAN.) 5.- SANTANERO. Hijo de las hierbas, hijo adoptivo. En Gran Canaria se dice así al expósito, porque se suponían bajo la protección de Santa Ana, la patrona del municipio. Por ello la gran abundancia del apellido Santana.”(GUERRA) (…) Hijo natural” (Las Palmas) (Término en desuso) (ALMEIDA- DÍAZ ALAYÓN: ESP. CAN.) ( in Tesoro Lexicográfico del Español de Canarias”. (1992) pg. 834 a).


Carecemos de estudios de Antropología Genético-molecular (una subdisciplina de la Antropología Física) que indaguen en ciertas familias canarias del primer estrato citado, tan proclive a la endogamia, si bien más por cuestiones de asimilación de apellidos del patriciado, de sus títulos y propiedades que, en bastantes casos, por amor del bueno. Al otro lado del espectro de clases sería interesante recuperar el ‘reloj molecular’ de los Moreno y Santana, por fijarnos en los más destacados. Transcurridos cuatro siglos de la adjudicación onomástica a los ‘morenos’, tanto se ha diluido la melanina en sucesivos cruces durante tantas generaciones que lo han heredado, sin conciencia de su cuota de mesticidad que conllevan. No se ha gestionado los efectos del mestizaje en la interacción bio-social y queda mucho por hacer en tal sentido, abordando científicamente lo que pueda revelarnos un seguimiento genético preciso y avalado por contraste con el que se ha realizado en otras comunidades y latitudes.

III. Desenlace. Corrección – Educación- Normalización

¿Cómo asumir en Canarias la condición mestiza que se asienta multisecularmente como intuición o sospecha en la base poblacional? ¿Cómo liquidar cuestión ontológica común, tan arriesgada que no llega a debatirse, sea por pura inercia académica o por desinformación entre la clase intelectual? Pues haciendo entre todos una crítica de la condición mestiza; corrigiendo y poniendo en su lugar la espesa temática que afrontamos con realismo, objetividad y anhelo de normalización, responderíamos.

Por resumir lo hasta ahora tratado concluiremos postulando que - según toda evidencia del currículo genético común - los canarios no somos, ni mucho menos, racialmente ‘puros’. Ni tampoco una etnia ‘impura’, sino hábilmente mesturada por el decurso histórico que nos ha alcanzado con alto grado de singularidad, dada nuestra situación geográfica entre tres continentes. A las buenas o a las malas, como es sabido. Esto es, con violencia o con consentimiento asimilador. Somos en el planeta un ejemplo más de archipiélago de paso, el nuestro privilegiado por su enlace tricontinental. Ambos extremos – las nociones de ‘puro’ e ‘impuro’ – resultan por demás señalamientos arcaicos, peligrosos según nos han enseñado las experiencias nazi e israelí actual contra los palestinos, además de ser excesivamente limitadoras de nuestra condición general, que es simplemente humana. Aberrantes, añadiría, en mera lógica de la dignidad humana cuando deja de verse trazada comparativamente por melaninación y caracteres faciales.

Eso sí: estas siete cagaditas de mosca, como solíamos describirlas al señalarlas haciendo girar el globo terráqueo de uso escolar, ese queso de innumerables reses del ganado humano, ese perro ‘mil leches’, esa condición de santaneros es nuestra marca Canarias. La fortuna que han tenido las mitológicas Ínsulas Afortunadas es pues un texto cerrado, un paradigma suficientemente empírico, como para decir que hemos tenido suerte en que el mestizamiento haya cuajado, para el bien común. Será pues la piedra angular de nuestra patria criolla. Pero debe asumirse ya, con el impudor realista que derribe el mito del ‘blanquito’ español-europeo, sin pigmentación ni tipología facial extraña, asimiladas en nuestro inconsciente colectivo por haberlas heredado ya discriminadas por el colonizador, siempre al acecho de mangonear nuestra inevitabilidad ontológica, porque así viene haciéndolo desde el contexto histórico racista en el que nos hizo españoles. 

La asimilación de la idea de mestizaje a la pigmentación de la piel, o a determinados rasgos faciales (las bembas, las narices abanás, como se señalan dialectalmente) es una vulgaridad y un error por simplificación de visu, ambosinaceptables. La arrogancia de la pureza de sangre, el fundamentalismo racial que simplifica los factores de ‘blanquitud’ no nos llevan a parte alguna, debiendo ingresar en el paquete de la autocrítica sico-social pendiente. El mestizaje es un fenómeno imparable, inevitable, irreversible, comprobable a ras de calle. La marca genética de la globalización, el hombre nuevo mutando en aquella raza cósmica de la que hablaba José de Vasconcelos.

Y las Islas Canarias, como experiencia previa al gran mestizaje ibero-americano – como laboratorio, se ha dicho, de tantas pautas de colonización – se presentan en ese aspecto como un texto fundacional y relevante que no puede ser indiferente a la conciencia colectiva, operando según la técnica del avestruz. Que ejerce en nuestro caso su simulacro preferente: el espejo en el que nos miramos, la apariencia física de quienes nos rodean. Por añadidura, muy al contrario, tendríamos que sentirnos orgullos de que su operatividad factual venga a romper la práctica de la endogamia. Orgullosos de formar parte de un paradigma universal que avanza al compás de la multiplicación del género humano, donde la globalización es la clave, dinamitando de una vez por todas la pesada losa ontológica de la diferencia. Hay que clasificar el mestizaje como beneficio colateral del progreso que quiebra el estúpido formato de áspera convivencia entre ‘razas’ y su límite indeseable, cual es el racismo.

Somos pues mestizos y a mucha honra. Debe decirse a los escolares, todo sea normalizar la conceptuación que hasta ahora ha marcado diferencias, cuando algún compañero de clase pretende saltarse el relativismo de convivencia interracial aprendido desde la guardería, e insulta a otro diciéndole ‘negro’,’ moro’, ‘gitano’, ‘chino’, ‘sudaca’, etc. Ojalá algún día no lejano se alcance la cuadratura del círculo - hasta ahora vicioso – dejando atrás lo que parece ser probatorio de nuestra españolidad: ese carnet de identidad que nos hace súbditos de la madrastra patria, y que cada cual guarda en la cartera para identificarse. Habrá otras maneras de hacerlo – la solución federalista ya sería un buen paso adelante -, pero ante todo nombrémonos mestizos, diciendo la verdad al desnudo de una vez por todas.

Acudamos a uno de los neologismos inventados por la novelería en la habitualidad digital para añadir que reconciliarse con el currículo genético activo común : sería como hacerse un selfie (una auto-foto con alguien); pero esta vez no con nadie en particular, sino con ese otro anónimo remoto o reciente, mayormente multisecular, que yace en cada uno de los canarios y canarias, seres mesturados como hay pocos en el mundo. Un ajuste de cuentas con la racionalidad y la ciencia, inevitabilidad racional deseable entre los miasmas paralizantes que se consolidaron como imaginario étnico eurocéntrico.

Amodorrados, acomodados, aplatanados por crianza en la sumisión colonial, no parece fácil quebrar este ciclo de automatismo idealista en una ilusoria ‘blanquitud’, tan útil al colonizador, tan prefabricada por el etnocentrismo, que debería desplomarse cuanto antes con sólida argumentación canaria semejante bricolaje de identidad errátil.

¿Es lo que proponemos la quimera de un idealista? ¿Es el sueño de un poeta en vena de tomarse licencias de regeneración, normalización e igualitarismo? ¿Es la utopía de un materialista dialéctico leído, viajado y contaminado de multiculturalismo? Pues de todo un poco, a decir verdad. Probemos al menos que el debate sobre la mestura se plantee a no más tardar, cuestión siempre aplazada en el tan cacareado señalamiento identitario que se conoce como canariedad. 

Para encuadrar – o encajar - la condición mestiza es imprescindible que avancen paralelamente el discurso teórico y el debate sobre otros rasgos pertenecientes a la identidad zonal canaria. Nosotros hemos elegido en este desarrollo la materia a la que más estamos inclinados. Pero sería muy útil progresar en esa vía contando con un entorno ideológico que ayude a sostener nuestras tesis más o menos intuitivistas, puesto que hemos enfocado aquí la cuestión formateada como ensayo descriptivo, ergo hermenéutico, según Geertz. 

Desde nuestro punto de vista se está tardando en proveer a las Ciencias Humanas que se hacen en Canarias una fundación teórica y metodológica en profundidad que permita acceder a las nociones básicas de la mentalidad insular (llámese ésta por sus sucedáneos utilitarios, señas de identidad o canariedad). A buen seguro que con ello se removerían de su perfil anodino y conformista los viejos argumentos esencialistas que provocan la inmadurez - el infantilismo incluso - del pensamiento canario en lo relativo a su cultura, ideología, cosmovisión y mentalidad. Debemos admitir excepciones reactivas de distinto signo y calibre: por una parte los avances metódicos que hace en la órbita del ensayismo literario J. M. García Ramos, introduciendo la noción de atlanticidad compartible en una comarca imaginaria atlántica (3) y por la otra banda el radicalismo separatista ilusorio manifiesto en las soflamas nacionaleras de Víctor Ramírez en cualquier soporte mediático donde las expresa. 

Admitamos la atlanticidad literaria y el radicalismo separatista como moléculas de un ‘pensamiento canario’. Pero debería avanzarse paralelamente en ideas que superen los accesos literarios y políticos. Sobre todo si se las encuadra en la realidad compleja y dinámica que ha sobrevenido en las islas, como inmersas que están en un nuevo modelo de aculturación secuenciado en el último medio siglo, al amparo de la industria turística. Un salto cualitativo que ha superado el histórico nivel de autosuficiencia y resistencia, del que se procura evaluar mayormente el resultado monetario y desarrollista (la bonanza económica), no el de su impacto en la mentalidad, las costumbres y el ethos cultural de los isleños, situados por lo común en el sector servicios dentro de la aculturación sobrevenida con la industria turística. Esto es, en el lugar proclive a reflejos condicionados por la sumisión, el servilismo, la extrema dependencia del exterior. Los males de Canarias, los relativos a la intimidad ontológica: la praxis del texto canario.

En el caso de la condición mestiza, a pesar del sentimiento general de que somos ‘crisol de razas’, a nuestro propósito analítico le han faltado las fuentes de encuesta en la ciudadanía que corroboren o no la asunción individual y colectiva de mesticidad, la conciencia de mestura. Si no se lleva acabo esto, extraer datos sobre la mentalidad colectiva canaria cristalizada como ethos cultural, no podrán precisarse con el exigible empirismo sus fundamentos racionales, entrampados como están hasta ahora por delimitaciones utilitario/convencionales. Lo que se ha conseguido por medio de las constantes arquetípicas al uso; estrategias definitorias en superficie, pero no de fondo, escapistas, por decirlo de una vez. Perfiles de representación como se consideran el folclore, el aislamiento, el isloteñismo, la inferiorización, el arte indigenista, el nacionalismo oportunista y – más que nada - lo nuestro, ese runrún que circula como marca de Canarias. 

Como escribe el antropólogo Fernando Estévez, excepcional estudioso en las cuestiones que orbitan nuestro tema base : “(…) las políticas de resistencia contemplan la irrupción de múltiples identidades y el florecimiento de las diferencias como la definitiva forma de la lógica maniquea de la supremacía blanca, masculina y occidental que caracterizó el mundo moderno”(…)” seguir organizando la acción política bajo la categoría de la identidad, no hará sino reproducir la lógica de la diferencia, la constante negación del otro que, a la postre, termina siendo una política de resentimiento. Atrapado en esa lógica, la fetichización de la diversidad y la diferencia convierte finalmente a las identidades de los subordinados en más marginales y más oprimidos. “(4) No se puede decir más claro y con más altura de pensamiento; y ello por la contundencia repetitiva que muestran una patología de hechos consumados y - por desgracia - aún vigentes en el estamento político dominante en las Islas por mor de una injusta ley electoral.

En resumidas cuentas: ingresemos ideas en el vacío episto/hermenéutico del currículo canario que hagan viable nuestra posible productividad teórica e intelectual. Por lo pronto me conformaría con que meditemos sobre el modo de asimilar nuestra condición mestiza, y declararlo abiertamente. Que se enseñe en los colegios y en los institutos lo que ya es un hecho comprobable en las guarderías infantiles. Y ello para que no siga sucediendo lo que dice el sumo sacerdote del pensamiento occidental, Noam Chomsky, a David Barsamian: “(…) Se hacen grandes esfuerzos para que las personas sean, para tomar prestada la frase de Adam Smith “ tan estúpidas e ignorantes como pueda llegar a serlo un ser humano”. Gran parte del sistema educativo está diseñado para cumplir con ese objetivo, si piensas en ello; está diseñado para conseguir la obediencia y la pasividad. Desde la infancia, gran parte de él está diseñado para impedir que las personas sean independientes y creativas. Si posees una mente independiente probablemente tengas problemas muy pronto en la escuela.” (5)

Aprendamos pues la lección de conocernos a nosotros mismos, tal como aconseja el dicho clásico, para describirnos adecuadamente, y deducir de ello una autocrítica que circule desde el aislamiento hacia la globalización. Mejor nos iría si cambiáramos las tornas en ese aspecto. Somos mestizos, ¿y qué? Pisamos este mundo y deseamos clasificarnos entre las multietnias poscoloniales existentes. Porque nuestro ajuar más íntimo, el genético, será con toda seguridad un refuerzo ontológico que ayude a precisar la definición del pueblo canario; lo cual es un instrumento imprescindible, como dice el antropólogo y etnólogo francés Leroi - Gourhan: “para satisfacer su necesidad natural de pertenencia.” (6)

Se trata, en fin, de ir separando de nuestra imaginación colectiva criolla esa carga emocional de ‘lo nuestro’ como categoría de autosuficiencia descriptiva, todo sea ampliarla como categoría de análisis, una carencia notoria que hemos apreciado normalmente en lo que llamaríamos el discurso identitario. Admitamos de una vez que si ser mestizos es el texto, el subtexto es el miedo. Miedo al disfrute de la diferencia, a pensar y discutir el blanqueamiento socio- racial que se tiene en nuestras Islas como noción generalmente extendida de legitimación ontológica. El mestizaje camina en ruta imparable, en permanente evolución, progresiva tanto como mestizaje biológico o en cuanto mestizaje cultural. Este último tan importante que lo abordaremos en otra ocasión, porque – como dice Lewin (…) juega un papel claro en la representación que el mestizo se haga de sí mismo. ” (7) 

Ahí queda nuestra propuesta. Acójase y discútase. Hágase una fogalera en nuestro entendimiento propio con los carozos, los palotes, los palos de poda, las piñas de pino, el zarcerío y cualquier otro material ideativo que esté de sobra en nuestro imaginario común , para que salga muy alto un fuego bonito, una categoría que denote positivamente nuestra autodefinición. Suprimamos el subtexto – miedo, apatía, inercia neuronal en la clase pensante, pardela, aplatanamiento – y asumamos que ser mestizo es afortunadamente nuestro texto, una categoría aceptable, benéfica y, por favor, de lo más natural´, evolutivamente lógica y racional. Ahora bien:¿Será nuestro texto mestizo una mentalidad nacional?

Notas

  1. citado por MÖRNER, Magnus, Race Mixture in the History of Latin America. Boston Little, Brown & Company, 1967, p. 2.
  2. GEERTZ, Clifford: The interpretation of culture. Selected Essays. Basic Books. New York, 1973. ( inSPERBER, Dan: On anthropological Knowledge. Cambridge University Press. Cambridge, 1985 pp. 9-10. )
  3. Fundamentalmente en sus títulos Por un imaginario Atlántico (1996) , Prosas atlánticas (1998), Sobre el imaginario narrativo atlántico (2012) y Los otros diálogos atlánticos (2013).
  4. ESTEVEZ, Fernando: Guanches, magos, turistas e inmigrantes. Canarios en la jaula identitaria. Revista ATLÁNTIDA, 3.12. 2012, pg. 171.
  5. CHOMSKY, Noam: Lucha de clases. Conversaciones con David Barsamian. Ed. CRÍTICA. Barcelona, 2014, p. 35.
  6. LEROI-GOURHAM, André: Le geste et la parole. París, .1964, pg 18.) (Traducido como El gesto y la palabra. Publicaciones de la Universidad Central de Venezuela. Caracas, 1971.)
  7. LEWIN, Juan Esteban: A situaciones nuevas, ideas nuevas : el mestizo como camaleón. Universidad de los Andes. 2014.  

Comentarios: 3
  • #1
    R.(sábado, 04 octubre 2014 00:19)
    En algunas cuestiones discrepo, pero en la base estoy de acuerdo. Canarias es un pueblo mestizo. No sé si el término patria es adecuado para hablar desde hoy, pero lo cierto es que Canarias viene de ese cruce, de ese mil leches. ¿Supone eso una identidad nacional? Pocos canarios la han asumido hasta ahora. Manuel Alemán al respecto tenía teorías muy interesantes. Felicidades por la propuesta.
  • #2
    Juan-Manuel García Ramos(martes, 07 octubre 2014 22:08)
    Atractiva y gratificante reflexión de un viejo amigo.
  • #3
    de hidalgos, jajaja(sábado, 06 junio 2015 05:11)
    Mira tío, no hables como si fueras la voz de todos los canarios, como si fuéramos todos iguales. Si hay una palabra que me sirvió para describir Canarias, aparte de 'Limitado' que lo puedes aplicar a todos los campos y aspectos posibles de analizar en este lugar y me supuso un alivio para comprender y desahogarme, y ahondar a otros lugares cómo no, pues es 'heterogéneo' la palabra que mejor me describía estas cuestiones de las que hablas y otras, como el grado de cultura de los habitantes, aparte de la procedencia. En mi colegio me llamaban pan blanco precisamente y no era el que más ni de lejos, más bien es que estaba pálido porque no iba a la playa ni salía al mediodía. La verdad mi padre es peninsular y la piel más clara que la MEDIA(suma) de Canarias, y eso se nota, y mi madre 3/4 canaria, la tiene más amarilla, que no morena, nada que ver, como bronceada, aparte que es rubia y mi padre precisamente más moreno de pelo!, cobrizo oscuro en realidad, pinta de celta e íbero tiene la verdad y mi madre, aparte de esa misma base tan española, parece que pocos quieren enterarse, es también nórdica y dinárica, lo nórdico es por parte de Canarias y lo dinárico, que es la raza de los bereberes, es de málaga precisamente, y son los mismos que vieron a Canarias los que fueron a Andalucía, a toda la península, en Francia, Inglaterra e Italia por el Imp Romano a Flandes por algún rey español, sí y fue mucho porque genéticamente está constatado en estudios de ADN de Holanda, la pinta que tiene el futbolista Robben con los ojos pequeños forma del cráneo, nariz, piel... igual que Zidane, Beckham, Sienna Miller, eso son rasgos dináricos con base de genes celtas y nórdicos, tmb los políticos Duran i Lleida, Ana Mato, Paulino Rivero o Susana Griso, por poner claros ejemplos, son todos con esos rasgos, desde luego es una raza blanca caucásica con piel amarillenta, sigue siendo blanca, bueno los que poblaron las islas eran como estos o si no mirad bereberes del Magreb no mezclados o casi y serán con los rasgos de los que he nombrado, el mejor ejemplo Zidane. No tienen nada que ver con los árabes, con los que queréis confundir siempre, para que imagines bien a los aborígenes de Canarias





(Source: revistafogal.com)
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