1.- Introducción
Los dientes, al estar constituidos histológicamente por elementos
muy duros; resisten fácilmente el paso del tiempo llegando
a convertirse en el tejido humano menos destructible (Harris
y Ponitz, 1980); inclusive, a veces, es la única evidencia de la
presencia del hombre. En consecuencia se puede decir que la
historia fósil de los dientes puede ser más completa que la de las
demás estructuras anatómicas, por esta razón, los investigadores
realizan enormes esfuerzos para entender los cambios en la dentición
y, por ende, explicar los cambios evolutivos.
El estudio del sistema dental se fundamenta, esencialmente,
en tres aspectos: el estudio de la variación del tamaño, el estudio
patológico y el estudio de los rasgos dentales no-métricos
(García et al., 2003).Por otro lado, el análisis de la dentición ha
sido siempre motivo de interés para investigadores en varias de
las áreas del conocimiento humano. Principalmente: arqueólogos,
antropólogos, biólogos, zoólogos, paleontólogos, genetistas,
odontólogos, entre otros, han estudiado los dientes por la gran
información que ellos aportan al campo específico de cada investigador.
Esta singularidad radica en que los dientes son los documentos
fósiles más abundantes, y por lo tanto permiten conocer
las variaciones biológicas de los grupos humanos a través del
tiempo, estableciendo así el grado de parentesco y diferencias.
Asimismo, permiten analizar sus contactos y la trayectoria de
sus desplazamientos en diversos periodos históricos (Rodríguez,
1989). Para tal fin, la antropología física —también conocida
como antropología biológica—se ha nutrido de una gran variedad
de datos métricos y no métricos de diferentes estructuras del cuerpo
humano que le son de utilidad para alcanzar sus propósitos.
En lo que respecta al estudio de los caracteres dentales
no-métricos dentales, a modo de ejemplo, se puede citar la investigación
realizada por el fundador de la American Association of
Physical Anthropology (AAPA) A. Hrdlička sobre los orígenes del hombre americano mediante el estudio de la variación dental,
diferenciándose las poblaciones mongoloides de las demás por
la elevada frecuencia y marcado grado de expresión del carácter
diente de pala. Esta similitud era interpretada por Hrdlička como
prueba de un origen exclusivamente asiático de los amerindios,
demostrando así una afinidad entre los nativos americanos y los
asiáticos y la disimilitud de ambos con grupos europeos. En consecuencia,
los dientes poseen un importante registro de rasgos
marcadores en la clasificación de la especie humana introduciendo
valiosa información sobre la edad, sexo, patrón étnico y hábitos
alimenticios (Pompa y Padilla, 1985; Rodríguez, 2003). En
este sentido, Rivero (1982), afirma que el diente más importante
es el primer molar inferior, ya que posee un patrón dentario que
se conoce con el nombre de patrón driopitécido. Al respecto, se
puede decir que todas las denticiones humanas están conformadas
de forma similar, es decir, están constituidas por el mismo número
de dientes (32 permanentes o 20 temporales), y por los mismos
grupos dentarios (incisivos, caninos, premolares y molares). No
obstante, la diferencia entre individuos, y por ende, entre poblaciones,
radica en la presencia, extensión y número de caracteres o
rasgos dentales dentro de cada grupo de dientes, los cuales comprenden
expresiones morfológicas o dimensiones específicas de
la corona o raíz (Brewer-Carias, 1964; García, 1997).
Estos caracteres generalmente son simplificaciones, intensificaciones
o especializaciones basadas en los caracteres ancestrales
(Dahlberg, 1949). En este sentido, los primeros investigadores
descubrieron que las características de la porción coronaria
de los dientes pueden ser de gran utilidad en los estudios discriminatorios
entre diferentes grupos humanos, independientemente
de su ubicación geográfica (Dahlberg, 1951, Hellman 1928;
Hrdlička, 1921; Lasker 1950). En algunos casos, un rasgo dental
no-métrico por si sólo puede ser utilizado para discriminar entre
grupos humanos, por ejemplo, incisivos en forma de pala, la cúspide paramolar de Carabelli, la cúspide 6, la presencia de la
cúspide bucal en molares inferiores, entre otros (Scott y Turner
1988, Heather, 2005). Scott y Turner (1997) señalan que todas
estas características no-métricas, en su conjunto, hacen de la dentición
unas de las mejores fuentes de datos para establecer relaciones
y afinidad entre poblaciones, patrones de migración y
adaptación y a su vez, permitir el esclarecimiento de los orígenes
étnico-geográficos de diferentes poblaciones humanas.
La razón de peso para utilizar los rasgos dentales no-mé-
tricos en los estudios poblacionales, radica en su fuerte base genética
(Scott, 1973; Scott y Bray, 1980; Corruccini et al., 1986;
Scott y Turner 1997), que aunque posiblemente no se ciñe a un
modo simple de herencia, son útiles para evaluar las relaciones y
tendencias microevolutivas. En tal sentido, varios investigadores
han podido establecer la heredabilidad de diversos rasgos discretos
dentales, en algunos casos, analizando sujetos identificados y
cuyo origen familiar es conocido (Scott y Dahlberg 1982; Scott
y Turner 1997; Da Silva, 2002; González-José, 2003). En consecuencia,
las características morfológicas se mantienen a lo largo
de muchas generaciones. Además, se encuentran entren los rasgos
esqueléticos que más cumplen este requisito (Scott y Turner,
1997). En suma, la morfología dentaría además de ser un atributo
de expresión fenotípica heredable, posee un fuerte componente
genético que se evidencia más que todo en la forma de la corona
tanto de los dientes deciduales, como de los permanentes (Townsend
y Brown, 1978).
Por consiguiente, durante más de un siglo, se han realizado
un considerable número de investigaciones que tienen como objetivo
estudiar el origen, la variabilidad biológica, grados de similitud
y las migraciones de distintas poblaciones actuales así como
en muestras esqueléticas de diferentes periodos prehistóricos e históricos,
tanto a nivel macro como micro evolutivo y en distantes
partes del mundo, utilizando para ello el análisis de la morfología dental (Dahlberg 1963; Carias, 1964; Méndez, 1975; Pompa y Padilla,
1985; Lukacs, 1986; Bermúdez de Castro, 1989; Irish, 2000,
2006; Manabe et al., 2003; Rodríguez, 2003; Turner y Scott, 1991
y 1997; Turner, 1987 a,b, 1990; Hanihara, 1992a,b y 1993, entre
muchos otros). De acuerdo con lo expresado, en el año de 1968
el investigador japonés Kasuro Hanihara introdujo el concepto de
“complejo dental mongoloide” que comprende una serie de rasgos
morfológicos dentales muy frecuentes en poblaciones asiáticas
(fundamentalmente mongoloides) e indígenas americanas.
Morris (1965) llegó a observar hasta 188 rasgos dentales
distintos solamente en la corona de los dientes, pero no todos
ellos han sido igualmente estudiados, ya que la mayoría de los
investigadores reducen sus trabajos a unas pocas variantes que
presentan una serie de ventajas como por ejemplo: factibles de
observar, no presentar dimorfismo sexual, baja o nula influencia
ambiental, no estan influenciados ni por la edad ni el sexo,
se manifiestan simétricamente, fácil evaluación estadística, se
ubican en zonas que no ofrecen dificultades especiales para la
descripción morfoscópica, etc.
De todos estos caracteres, solamente hay alrededor de 30
ó 40 rasgos tanto coronales, radiculares, u óseos (relacionados
con los procesos alveolares inferiores y con el paladar duro) que
han sido bien detallados, estandarizados, estudiados antropológicamente
(Moreno, 2001) y que son utilizados ampliamente hoy
en día. Una de esas variables morfológicas es conocida como
cresta disto-sagital o premolar “Uto-Azteca”, ya que sólo se ha
podido observar entre los pueblos de lengua Uto-Azteca, especialmente
del suroeste de los EEUU, y parte de Mesoamérica1
,
de ahí su denominación. Este carácter o rasgo dental se observa
sólo en los primeros premolares superiores2
y de forma simétrica
(Morris, 1967). En relación a esto último, se puede decir que
los premolares poseen normalmente3
dentro su esquema oclusal,
dos cúspides bien definidas, característica determinante para su descripción morfológica. En tal sentido, son conocidos en la literatura
especializada como grupo dental bicúspide (Carlsen, 1987;
Diamond, 1991). En consecuencia estos dientes, situados en la
parte posterior del arco dental, cumplen una función masticatoria
importante: acompañan a los molares en el proceso de desintegración
de los alimentos.
En el presente trabajo de investigación se describe y discute
la posible presencia del rasgo dental “Uto-Azteca” en un primer
premolar superior presente en un cráneo de época prehispánica
procedente del cementerio “Las Locas”, Quibor (Estado Lara,
Venezuela). Entre esta localidad y la zona en donde la frecuencia
de presencia de este carácter es evidente, existe un espacio geográfico
considerable, a pesar de ello, permite hipotetizar sobre
posibles movimientos migratorios poblacionales, por lo menos a
lo largo de Centroamérica. Por otro lado, el análisis de este rasgo
dental puede aportar un poco más sobre el conocimiento de los
grupos humanos prehispánicos que habitaron el occidente de Venezuela.4
En tal sentido, los objetivos del trabajo son: a- analizar
morfoscópica y radiográficamente el rasgo en cuestión, b- establecer
la posible utilidad del mismo en la reconstrucción filogené-
tica de las poblaciones prehispánicas de Venezuela, así como sus
posibles rutas migratorias.
2.- Material y Método
El material de estudio del presente trabajo está constituido
por un cráneo siglado con el número de registro 1790, el cual
se encuentra actualmente depositado en el Laboratorio de Antropología
Física del Museo Arqueológico “Gonzalo Rincón Gutiérrez”
de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela. El
referido cráneo proviene del sitio arqueológico “Las Locas”. Se
trata de un cementerio prehispánico localizado en la depresión del
Valle de Quibor 5
en las cercanías del sitio conocido como Pueblo
Nuevo, sobre el talud de la Quebrada de Palo Negro, ubicado en la región centro occidental del país (Estado Lara) a una altitud
de 690 MSN (coordenadas, 9º55’39,76” latitud N, 69º37’43,40”
longitud O) (figura 1). “Las Locas”, representa una de las diversas
evidencias funerarias importantes que indican un importante
manejo del espacio destinado para tal fin. En este sentido, los esqueletos
presentaban diferentes tratamientos funerarios acompañados de diversos elementos votivos: vasijas multípodas, vasijas
ornitomorfas, porta penes, pectorales líticos (serpentina), diversos
adornos con huesos de animales, concha y ámbar, indican la
complejidad del patrón funerario estudiado para este cementerio
(Vargas, 1986; Gil, 2002), lo que hace suponer que se trata de comunidades
con un cierto grado de organización y diferenciación
social.
Las excavaciones en este lugar comenzaron en el siglo
pasado en la década de los años 60 (Sanoja y Vargas, 1967), y
formaban parte del Proyecto de Arqueología del Occidente de
Venezuela, cuya finalidad era el estudio de las comunidades indí-
genas prehispánicas que habitaron esta zona del país, así como establecer
una cronología arqueológica para las mismas. A partir de
las evidencias arqueológicas recolectadas en el Valle de Quibor,
es posible establecer tentativamente la presencia de dos espacios
culturales: uno más reciente representado por la Fase Guadalupe,
y otro más temprano o antiguo6
, representado por el cementerio de
Las Locas (Sanoja y Vargas, 1967). En este cementerio se excavaron
varios esqueletos7
, asociados, como se señalo anteriormente,
con cerámica y diversos artefactos de hueso y concha. La cerá-
mica de este último presenta mucha similitud con el estilo Santa
Ana, en el Estado Trujillo (ubicado en el occidente de Venezuela,
en la región andina y limítrofe con el Estado Lara), ubicado por
Cruxent y Rouse (1959, en Sanoja y Vargas, 1967) en los siglos II
y IV de nuestra era. Asimismo, autoras como Suárez de Paredes
(2001) señalan que cerca del siglo II a.C., según la cronoarqueología,
se registra la presencia en el Valle de Quibor de cultivadores de maíz.8
A pesar de que se tratan de fechados indirectos, en
el presente estudio se han utilizado para establecer la probable
cronología del cráneo utilizado en la investigación, ya que no se
cuenta con una datación9
directa del cementerio en cuestión. Asimismo,
se puede decir que el sitio arqueológico de “Las Locas”
tal vez represente una de las comunidades tocuyanoides con un
origen muy remoto. A este respecto, Febres-Cordero (1960) y Sanoja
y Vargas (1992), señalan que las sociedades jerárquicas del tipo teocrático asentadas en el Valle de Quibor guardan relación
con las sociedades del sur de Colombia. En este sentido, es necesario
acotar que las comunidades prehispánicas asentadas en lo
que es hoy el territorio de Colombia, adoptaron un nuevo modo
de vida denominado jerárquico cacical, el cual existió básicamente
durante unos 3.000 años, hasta la invasión española (Rodríguez
et al., 2008).
Para la estimación de la edad y sexo se han utilizado los
siguientes sistemas de valoración antropológicos: desgaste de las
caras oclusales de los molares, propuestos por Miles (1978) y Brothwell
(1989), el grado de desarrollo y erupción dental, según los
esquemas de Ubelaker (1989), la ausencia del cierre apical a nivel
de los terceros molares superiores, planteados por Graber (1972)
y el grado de obliteración de las suturas craneales (Masset, 1982).
La determinación sexual se ha realizado mediante las características
de cráneo y mandíbula, ya que no se contaba con el resto de
los elementos anatómicos postcraneales10 (Ferembac et al., 1980;
Ubelaker, 1989). Para el estudio de los caracteres o rasgos dentales
se utilizó el sistema dental antropológico de la Universidad
del Estado de Arizona (ASUDAS, Arizona State University dental
anthropology system), (Turner et al., 1991). Aunque publicado
hace poco más que una década, el ASUDAS tiene sus raíces en estándares
desarrollados casi cuarenta años antes por A. A. Dahlberg
(1956); a partir del cual el sistema ASUDAS es desarrollado (Stringer
et al, 1997). Se trata de una metodología aceptada y reconocida
ampliamente a nivel internacional (Irish y Guatelli-Steinberg 2003;
Coppa et al., 2007, entre muchos otros). Este sistema consiste en
23 placas de referencia que agrupa rasgos tanto de la corona como
de la raíz (37 en total). Las placas se muestran con letras y números
que equivalen al tipo de diente, superior o inferior, y al número del
mismo. Una descripción escrita de cada rasgo se utiliza conjuntamente
con las placas de referencia, facilitando la determinación de
la variación o del grado. La metodología puede ser utilizada para analizar la expresión de un rasgo en grados o analizar la expresión
dicotómica presencia-ausencia
El examen radiográfico de los dientes así como de las
estructuras de soporte consistió en la toma de radiografías periapicales
Nº 1 para la zona anterior del maxilar y Nº 2 para la
zona posterior (Kodak InSight Super Poly-Soft®, EP-01 y IP-21;
Eastman Kodak Company), aplicando la Técnica Paralela con los
instrumentos XCP RINN, No. 54-0856; RINN Corporation, Elgin,
Illinois, y tratadas en una procesadora automática GXP Dental
X-Ray processor, Dentsply Gendex. Tanto la técnica paralela
como el revelado automático fueron empleados con la finalidad
de obtener una imagen más exacta y nítida, y en consecuencia una
evaluación minuciosa y un diagnóstico más correcto del sistema
dental en estudio. Finalmente, se utilizó una lupa estereoscópica
(Swift, zoom stereomicroscope M8802B) de 10X de aumento y
con luz halógena incidente, para observar detalles microscópicos
que suelen pasar desapercibidos en la observación normal los
cuales pueden ayudar a establecer un diagnóstico más preciso y
confiable.
Aunque la muestra es muy reducida para intentar deducir
posibles relaciones filogenéticas con otros grupos humanos dentro
y fuera del área geográfica en cuestión (Rodríguez, 1989), hay
que considerar que, cuanto más nos alejamos en el tiempo, más
difícil es conseguir un número de integrantes de la población que
nos permita hacer inferencias sobre la misma; es decir, aunque el
contingente de población sea reducido, eso no significa que no
pueda ser analizado en sus aspectos poblacionales (Isidro y Malgosa,
2003). De modo que, el material óseo del presente estudio,
aunque significativamente menor, reviste una importancia, hasta
cierto punto trascendental, ya que se trata de la primera vez que se
reporta y estudia la posible presencia del rasgo dental no-métrico
“Uto-Azteca” en un cráneo de época prehispánica en Venezuela.
3.- Resultados y discusion
El estudio antropológico del cráneo, así como del sistema
dental, ha determinado que se trata de un individuo adulto,
con una edad estimada de 24±5 años de edad, de sexo masculino
el cual presenta en el maxilar superior todos los dientes permanentes
correctamente erupcionados (in situ) y en buen estado de
conservación (figura 2). Entre los hallazgos más importantes del
examen morfoscópico se observan: a- microdoncia verdadera en
el tercer molar superior izquierdo y b- presencia de una cresta
sagital en el cara oclusal en el primer premolar superior del lado
derecho. Esta cresta sagital se irradia desde la punta de la cúspide
bucal o ángulo punta mesio-buco-oclusal al reborde marginal
disto-oclusal, con un mayor énfasis hacia la parte palatina del reborde.
Es necesario acotar, que en este caso existe una pequeña
faceta de desgaste (clase 3, según Brothwel, 1989) ubicada en la
vertiente o cresta mesial de la cúspide bucal que no permite apreciar
con mayor claridad esta referencia. Asimismo, se puede observar
una ligera rotación y expansión hacia mesial de la cúspide
bucal y una mayor proyección de la cúspide palatina hacia mesial,
más concretamente hacia el ángulo punta mesio-palato-oclusal.
Además de la cresta sagital, se puede apreciar la presencia de una ranura central de desarrollo que se inclina hacia palatino siguiendo
la trayectoria de la cresta, es decir en sentido diagonal.
Igualmente, se puede observar la presencia de una fosa distal muy
desarrollada la cual se encuentra orientada hacia bucal de la cara
oclusal (figura 3).
Por otro lado, se observa que odontométricamente se trata
de un premolar cuadriforme11 ya que la dimensión mesio-distal
del lado bucal (7.3mm) es igual a la dimensión mesio-distal del
lado palatino (7.3mm); no observándose de esta forma la convergencia
de las caras proximales mesial y distal hacia la cara palatina.
Igualmente, es notable el aumento del diámetro buco-palatino
(9.3mm) del primer premolar cuando se compara con diámetro
del segundo premolar (9mm).
En la literatura científica especializada el premolar que
presenta, la mayoría de los elementos morfológicos descritos anteriormente,
se conoce con el nombre de “premolar Uto-Azteca”
(Turner et al., 1991). A diferencia de lo reportado por Morris
(1967) el premolar del cuadrante opuesto, es decir, el primer premolar superior del lado izquierdo, no presentó esta particularidad
morfológica.
En el análisis radiográfico de los dientes se apreció lo siguiente:
a- una disminución de la altura de las crestas óseas interdentarias.
Dicha pérdida ósea en zonas posteriores se clasificó
como del tipo horizontal leve; mientras que en las zonas anteriores
se diagnosticó como del tipo horizontal moderada, b- en la zona
de los incisivos centrales y laterales se observó a nivel de toda
la extensión radicular un ensanchamiento del espacio correspondiente
al ligamento periodontal, sugerente esto, junto a la pérdida
ósea, de la presencia de patología periodontal, c- en la zona de los
premolares superiores del lado derecho, específicamente a nivel
del primer premolar (14), se observó en la porción coronaria la
presencia de una zona radiopaca, de bordes definidos y ubicada,
posiblemente, en el tercio medio de la cara oclusal compatible
con la presencia de un puente de esmalte o cresta sagital (figura
4). La zona radiopaca tiene la siguiente orientación: desde mesial
hacia distal y desde oclusal hacia apical. Lo anterior coincide con
la presencia de la cresta sagital observada morfoscópicamente.
Asimismo, es necesario señalar que la forma que presenta este
premolar no se asemeja a la anatomía radiográfica normal de dicho
diente. Por otro lado, y en función de la proyección oclusoapical
de la zona radiopaca, podría tratarse de una elevación que
involucra a los tejidos formativos de la corona dental: esmalte
y dentina. Al respecto, Figun y Garino (1986), explican que la
corona como un todo ha de intervenir directamente en el trabajo
masticatorio, para ello dispone en su superficie de un tejido
suficientemente duro, el esmalte, apto para soportar las presiones
que durante el mismo se producen. En algunos casos recibe
el “apoyo” o el “refuerzo” brindado por un substrato resistente,
la dentina, que posee suficiente elasticidad como para prevenir
fracturas de su estructura y extender esos beneficios al esmalte.
En consecuencia, en el presente estudio es válido suponer que la presencia de este elemento anatómico le brindaría al diente una
mayor resistencia en la cara oclusal frente a los impactos mecánicos
producidos, fundamentalmente, por la acción masticatoria.
Algunos autores como Mizoguchi (1985) han sugerido
que este tipo de “reforzamiento” es una adaptación funcional
relacionada con poblaciones cazadoras-recolectoras, las cuales
someten la dentición a un pronunciado estrés masticatorio (Scott
et al., 1988). Otra explicación a esta posible adaptación se ha
encontrado en las características de la forma del cráneo de los
neandertales las cuales obedecen a una fuerte tensión mecánica
producida por la utilización de los dientes frontales como herramienta
de trabajo (Trinkaus, 1987; Spencer y Demes, 1993). Por
su parte, Myers y col. (2008) muestran que la adición de crestas
sobre la superficie del esmalte de la cara oclusal mejora la acción
masticadora de los dientes. En este sentido, las caras oclusales de
los dientes posteriores pueden presentar cúspides múltiples o adicionales
las cuales pueden ampliar la capacidad trituradora de los
mismos (Udo Krenser, 2005). Por otro lado, es posible observar en algunos casos elevaciones de esmalte o de esmalte / dentina
(dens evaginatus) perfectamente delimitadas y localizadas en el
centro de la cara oclusal, esencialmente de los premolares superiores,
las cuales pueden obliterar el surco central de desarrollo
(Merrill, 1964). Estos últimos elementos morfológicos, debido a
su ubicación, podrían confundirse con cúspides o parte de una
cresta sagital.
Según la clasificación por grados del sistema ASUDAS, el
premolar del presente estudio podría ubicarse en el grado 1 (presencia
de una cresta disto-sagital12, placa de referencia ASU UtoAztecan
premolar). El rasgo dental no-métrico “Uto-Azteca”, fue
descrito inicialmente13 en el año de 1967 por D. H. Morris en un
trabajo que realizó en los indios Papago del desierto de Arizona14,
considerándolo una variante de la morfología del premolar. Posteriormente
en el año de 1978, Morris y col. lo designan como
premolar “Uto-Azteca” por presentarse con cierta frecuencia entre
los amerindios del suroeste de los EEUU, pero posteriormente
se le ha observado en otras poblaciones amerindias que también
tienen el Uto-Azteca como su lengua principal15 (Turner et al.,
1991; Rodríguez, 2003). En indígenas del sur de Arizona su frecuencia
de presencia oscila entre 0,6-7,1%, en caucasoides norteamericanos,
esquimales, polinesios, negros, bantu, bosquimanos
e hindúes no se le conoce (Rodríguez, 2003). Este carácter, nunca
ha sido observado en los segundos premolares superiores (Scott
y Turner II, 1997).
Al analizar con mayor detalle la morfología de la cara
oclusal del premolar, objeto del presente estudio, se puede apreciar
que existen algunas diferencias con la morfología (grado 1)
del premolar presente en la placa de referencia del sistema ASUDAS.
Una de esas diferencias se puede observar en la trayectoria
y ubicación de la cresta sagital, uno de los elementos morfológicos
característico del rasgo. En el presente caso la cresta sagital
exhibe la misma trayectoria del premolar de referencia de la placa, sin embargo, la misma se extiende hacia la porción palatina
de la cara oclusal; es decir, que su trayectoria se extiende más
allá del área de la cúspide bucal, conformando de esta manera un
puente o cresta adamantina.
Por otro lado, la rotación de la cúspide bucal o paracono
hacia mesial no es tan notoria como la observada en la placa
ASUDAS. No obstante, otros de los elementos morfológicos característico
del premolar “Uto-Azteca” como es la presencia de
una fosa en distobucal, guarda correspondencia con la descripción
del rasgo en cuestión. En relación a este último elemento,
Morris (1967) lo utiliza para descartar cualquier configuración
morfológica parecida al diente “Uto-Azteca, ya que según el, es
un componente esencial del carácter. En cuanto a las características
odontométricas del premolar analizado en la presente investigación,
se puede decir que las mismas guardan cierta similitud
con las observadas por Morris (1981) en indígenas norteamericanos,
es decir, dientes que presentan un contorno oclusal muy
uniforme.
En lo que respecta a la asimetría del rasgo se puede apreciar
que sólo uno de los antímeros esta afectado. En algunos casos, el
lado izquierdo puede presentar un determinado carácter mientras
que su antímero no (Valen, 1962, en Scott y Turner II, 1997). La
asimetría ocurre en varios niveles: en la porción radicular, en la
odontometría (Kieser y Groeneveld, 1986), en la morfología de la
corona (Scott y Turner II, 1997). En este sentido, la gran mayoría
de los rasgos dentales coronales exhiben un alto grado de simetría
que, en algunos casos, puede alcanzar un 98 % (Hassanali,
1982). A pesar de ello, existen rasgos dentales como el patrón
oclusal de los primeros molares inferiores en donde la asimetría
es alta (Lukacs y Hemphill, 1991). Es decir que, el hecho de no
encontrar simetría de presencia en los dos antímeros del presente
estudio, no es restrictivo a la hora de poder diagnosticarlo como
un posible premolar “Uto-Azteca”.
En todo caso, y al tratarse de una variable morfológica cuya
incidencia y distribución está limitada a unas pocas poblaciones
indígenas del continente americano, los datos y el conocimiento
que se tienen hasta ahora del rasgo son escasos. Al respecto, autores
como, Hillson 1986, Turner II et al., 1991 y Rodríguez, 2003,
han sugerido la posibilidad de que la cresta disto-sagital sea una
expresión intermedia o débil del carácter premolar tricúspide16.
Posteriormente, agrega Turner II y col. (1991), que dada la rareza
de ambos caracteres, no es posible determinar si representan partes
de un mismo polo morfogenético y, por lo tanto, deben combinarse.
En tal sentido, es permitido pensar que la descripción
morfológica del diente, aportada en el presente estudio, podría
tratarse de una variable de premolar “Uto-Azteca”, o tal vez de un
grado de desarrollo no identificado hasta el momento.
En este sentido, los datos aportados desde hace más de
veinte años por la antropología física y, en particular, por la biología
molecular o genética, han permitido reconstruir, en parte, la
historia del poblamiento americano17 y por ende la variabilidad
humana implícita en este proceso. En relación a la primera, las
principales contribuciones proceden de la osteomorfología que
ha desarrollado nuevos métodos comparativos para el análisis
de la morfología cráneofacial, dental y del esqueleto postcraneal
(Greenberg et al., 1986; Bate y Terrazas, 2003; Neves y Hubbe,
2005; Pucciarelli et al., 2008). En cuanto a la segunda, los avances
más significativos se han dado en relación a la investigación
sobre el ADN mitocondrial18 (Fagundes et al., 2008), seguidas
de los estudios sobre ADN nuclear.
De acuerdo con lo expresado, Greenberg y colaboradores
(1986), describen un patrón de diferenciación lingüística, seroló-
gico y dental, el cual está presente en las poblaciones indígenas
del continente americano; el mismo puede ser percibido como
evidencias o pruebas de varias oleadas humanas venidas desde
Asia17 en tres periodos diferentes. Lo anterior explicaría la variabilidad morfológica de las poblaciones ancestrales de América, la
cual no puede ser explicada por la exclusiva acción del ambiente
sobre una supuesta población inicialmente homogénea inmigrada
por Bering en tiempos prehistóricos (Comas, 1974). Es decir, la
variabilidad morfológica debe ser interpretada también a través
de otras vías, por ejemplo, aislamiento geográfico, deriva genética
o flujo genético, (Ember et al., 2006)
En este orden de ideas, Sanoja y Vargas (2007) afirman
que a medida que se profundizan y se amplían las investigaciones
arqueológicas en el Estado Lara, las fechas del poblamiento originario
se van haciendo progresivamente más antiguas. A pesar de
que los datos culturales no ofrecen pruebas concluyentes o confiables
sobre las relaciones filogenéticas entre los grupos humanos,
el Noroccidente de Venezuela esta culturalmente relacionado con
poblaciones: tribus, cacicazgos, señoríos y Estados antiguos que
florecieron durante milenios sobre el litoral pacífico de Colombia,
Ecuador y Perú, conformando de esta manera una compleja red
de pueblos prehispánicos desplegados en el Noroeste de Suramé-
rica (Sanoja y Vargas, 2007). Esta relación podría tener su más
remoto origen en los antiguos grupos de cazadores-recolectores
dispersos hace 7000 años a.P. por esta parte de Suramérica. Estos
grupos darían paso, posteriormente, a procesos de desarrollo
regionales que culminarían finalmente con el surgimiento de
las llamadas sociedades formativas (op. cit., 2007), como es el
caso de las poblaciones que permanecieron en el Valle de Quibor,
las cuales cerca de 300 a.C. habían alcanzado un cierto grado de
complejidad sociopolítica (op. cit., 2007)
Por otro parte, se ha podido observar que la presencia de
vasijas tetrápodos, asociadas a los enterramientos del cementerio
de “Las locas”, son similares a los encontrados en otras culturas
de Centro y Suramérica. En relación a esto último, es válido citar
a Alfred Kidder (1944, en Sanoja y Vargas, 1967), quien considera
que la presencia de este tipo de vasijas, la mayoría de ellas de tipo efigies, estarían indicando un tipo de relación con Colombia18
o Centroamérica. Al respecto, Meggers y col. (1965, en Sanoja y
Vargas, 2007) señalan que para 1500 a.C. existen evidencias de
contactos culturales entre los grupos Meso, Centro y Suramericanos.
Lo expresado anteriormente estaría en concordancia con
una eventual ruta migratoria o comercial de poblaciones prehispánicas
meso o centroamericanas a través del Istmo de Panamá19.
En este sentido, la posible presencia del rasgo dental “Uto-Azteca”
podría ayudar a analizar las posibles relaciones filogenéticas
entre estos últimos grupos humanos y los primitivos habitantes
de la región Noroccidental de Venezuela. No obstante, la posible
presencia de una variante de premolar “Uto-Azteca” en las
poblaciones aborígenes primigenias de esta región suramericana,
también podría estar indicando una separación o deriva genética
aleatoria (Burne, 2000) producida tal vez por el aislamiento geográfico
a partir de una población originaria desplazada de Norte o
Mesoamérica. Lo anterior guarda correspondencia con la variabilidad
morfológica de las poblaciones ancestrales de América formulado
por Greenberg y col. (1986). Siguiendo lo expresado, es
admitido pensar entonces, que los grupos humanos se movieron
desde el Norte hacia Sur América tal vez en uno o varios pulsos
migratorios continuos, que en algunos casos, suelen ser ocasionados
por episodios de alta densidad poblacional o simplemente
buscando nuevas posibilidades u oportunidades de subsistencia
(Cavalli-Sforza, 1992). En otras palabras, la probable presencia
de este rasgo dental en poblaciones prehispánicas venezolanas,
especialmente en el Valle de Quibor, plantea dos posibilidades;
por una parte, un contacto biológico o intercambio de genes con
poblaciones, fundamentalmente, Meso o Centroamericanas; y por
la otra, se podría pensar en el arribo, en tiempos remotos a esta
región del país, de grupos humanos relacionados biológicamente
con poblaciones amerindias que poseían el Uto-Azteca como su
lengua principal.
Finalmente, la decoración de las vasijas tetrápodas permite
suponer una conexión con el sitio arqueológico de Santa Ana,
Estado Trujillo (Sanoja y Vargas, 1967), lo que estaría indicando
algún tipo de nexo con poblaciones dentro del espacio geográfico
venezolano. En este sentido, es permitido suponer también relaciones,
por lo menos culturales, con otros sitios arqueológicos
“cercanos” a Quibor como el área que rodea el sur de Lago de
Maracaibo20 y la Sierra de Perijá (divergencia más septentrional
de la Cordillera de los Andes y límite de la frontera entre Colombia
y Venezuela). En lo concerniente a este último punto, Sanoja
y Vargas (1999, en Gil, 2002) señalan, desde un perspectiva estilística,
que el material votivo asociado a los enterramientos del
cementerio “Las Locas” indicarían un probable contacto de estos
grupos con grupos humanos de la Península de la Guajira (Tradición
La Pitia), Lagunillas, costa oriental de Lago de Maracaibo
y piedemonte y serranías nororientales de los andes venezolanos
(Tradición Santa Ana)21 hacia el año 10 a.C.; por lo tanto, el territorio
del Estado Lara constituiría una especie de lugar central
de la vasta región del Noroccidente de Venezuela que vincula este
espacio geoarqueológico, no sólo con la cuenca del Lago de Maracaibo
y el piedemonte y serranías nororientales de los andes venezolanos,
sino también con la costa caribeña del Estado Falcón,
región selvática de los Estados Yaracuy y Cojedes, Cuencas del
Lago de Valencia y del Orinoco (Sanoja y Vargas, 2007).
4.- Conclusiones
Fundamentados en la interpretación de los datos obtenidos
en el presente estudio, se puede concluir con lo siguiente: En la
cara oclusal del primer premolar superior derecho se observaron
una serie de elementos morfológicos que tienen, la gran mayoría
de ellos, una estrecha relación con el rasgo dental denominado
premolar “Uto-Azteca”. No obstante, las diferencias apreciables,
entre el diente objeto del presente estudio y la placa de referencia (ASUDAS), hacen pensar que podría tratarse de una variable del
rasgo dental, o tal vez, de un grado de desarrollo no identificado
hasta el momento. En tal sentido, la posible, presencia de este
rasgo dental en poblaciones prehispánicas venezolanas plantea
la posibilidad de algún de tipo de contacto biológico con otras
poblaciones dispersas por el continente americano; o en su defecto,
se podría pensar, en la llegada, en tiempos remotos a esta
región del país, de pueblos indígenas procedentes posiblemente
de Mesoamérica. En palabras de Rodríguez y col. (2008) “Las
sociedades del pasado son realidades complejas, a las cuales es
posible acceder con un mayor grado de objetividad sólo utilizando
metodologías complejas, que tengan en cuenta diferentes
variables complementarias. Una de las principales herramientas
actuales para acceder a estos sistemas complejos es la transdisciplinariedad”.
En tal sentido, el estudio de este rasgo dental
ayudaría ha entender los posibles movimientos migratorios de los
grupos humanos prehispánicos dentro del noroccidente del país,
así como también, las posibles rutas migratorias o movimientos
poblacionales desde el Norte hacia Sur América. Por consiguiente,
serviría para explicar, en parte, las posibles relaciones filogenéticas
de los grupos aborígenes que poblaron, esencialmente,
Meso, Centro y Suramérica.
5.- Recomendación final
El estudio de este carácter debe extenderse a otras muestras
o colecciones esqueléticas prehispánicas de Venezuela, fundamentalmente
de la región de Quibor. Esto permitirá obtener una
visión más amplia de la posible presencia y variabilidad del rasgo
“Uto-Azteca” en la población prehispánica venezolana. Igualmente,
se podría estudiar con mayor detalle las posibles relaciones
filogenéticas con otros grupos humanos, así como su importancia
en la historia del poblamiento del territorio venezolano.
6.- Notas
1. Se denomina Mesoamérica a aquella región del continente americano
que comprende a México, Guatemala, Belice, el occidente de
Honduras, El Salvador, Nicaragua, y la zona más noroccidental
de Costa Rica.
2
En el caso de los premolares inferiores, los rasgos dentales no-métricos,
especialmente en el área oclusal, son muy escasos. A pesar
de ello, son utilizados cada vez más en los estudios taxonómicos
de los Homínidos especialmente los pertenecientes al genero
homo (Martinón-Torres et al., 2005).
3 El número de cúspides presentes en la cara oclusal de los premolares
superiores puede variar (Berry, 1978).
4
Los grupos humanos prehispánicos asentados en la región centro occidental
del país, ubicados cronológicamente entre los siglos I y X
d.C., involucran diversos señoríos, cacicazgos, y confederaciones
de tribus representados por los linajes y/o clanes principales
y subordinados presentes en los grupos: Caquetíos, Gayones,
Cuibas, Ciparicotos, Ajaguas, Ayamanes; Jiraharas, Camagos,
entre otros (Gil, 2002).
5
La depresión que forma el valle de Quibor esta formada por la desecación
de antiguos lagados salados ocurrida cuando se formaron
las cadenas montañosas que conforman hoy en día los sistemas
de la costa y andino. Esta particularidad le da el aspecto que
actualmente tiene, una superficie horizontal y seca muy árida.
6
Para Sanoja y Vargas (1999, en Gil, 2002), según su propuesta sobre
modos de vida Jerárquicos, denominan a este espacio cultural
Periodo I.
7
En comunicación personal con el profesor Félix Gil, investigador adscrito
al Museo “Francisco Tamayo” de Quibor, se puedo determinar
que el número de esqueletos recuperados del sitio de
“Las Locas” fue aproximadamente de 25.
8
Para el 2180±300 a.C. se registran en el Valle de Quibor la presencia
de sitios sagrados tempranos asociados a talleres destinados a la
fabricación de cerámica polícroma y diversos objetos elaborados
con concha marina y lítica (Cruxent y Rouse, 1961, 1963,
en Gil, 2002)
9
La Fase Guadalupe cuenta fechados más recientes obtenidos por radiocarbono,
los cuales la sitúan en un periodo cercano al contacto
(1480±46 d.C.; 1570±50 d.C.).
10 La determinación del sexo de un individuo es más fiable si se estudian
las características de los restos pelvianos que los del aparato
masticatorio. Sin embargo, desde el punto de vista antropomé-
trico se pueden distinguir los hombres de las mujeres, por las
mayores dimensiones de la mandíbula y en la magnitud de los
puntos de inserción muscular (Chimenos y Malgosa, 2002).
11 Los premolares superiores normalmente presentan una cara oclusal
de forma pentagonal.
12 Según García Sívoli (2008), la trayectoria inclinada de la cresta sagital
formaría, con respecto al eje vestíbulo-palatino de la cara
oclusal del diente, un ángulo de 52,5º.
13 Brabant et al., 1958 (en Morris, 1967) reportan lo que en principio
podría tratarse de un premolar con características similares. Observaciones
posteriores llevadas a cabo por Morris descartaron
esta posibilidad.
14 En este trabajo Morris (1967) encuentra una incidencia, si se quiere
baja, ya que solo tres personas (dos mujeres y un hombre) estaban
afectados. En cada uno de estos casos ambos antímeros
presentaban el rasgo.
15 El proceso de difusión y migración de pueblos y culturas que hablaban
lenguas uto-aztecas va desde América del norte hacia Mesoamé-
rica (Sur de México y parte de Centroamérica), (Dakin, 1988).
Por otro lado es frecuente encontrar cierto paralelismo entre los
datos lingüísticos y morfológicos en las reconstrucciones de los
linajes de las poblaciones de todo el mundo.
16 E premolar tricúspide es otro de los rasgos descritos en la metodología
ASUDAS, cuya presencia ha sido descrita, casi exclusivamente,
en los indígenas del suroeste de los U.S.A. (Turner II et
al., 1991).
17 Los últimos fechados de la entrada del hombre al continente americano
son aportados por los análisis moleculares, los cuales sitúan
la llegada del hombre entre ~23,000 a ~19,000 años antes del
presente (Fagundes et al., 2008). Sin embargo, este tema sigue siendo uno de los grandes debates en las investigaciones antropológicas
en América. Para Sanoja y Vargas (2007) las poblaciones
humanas descendientes de las paleoasiáticas penetraron
el suelo americano circa 40 mil años antes de ahora.
18 Uno de los elementos preferidos en los últimos años para la extracción
de ADN antiguo es el diente ya que ofrece una mayor posibilidad
de éxito en la recuperación de ADN.
19 A la luz de las evidencias científicas discutidas hasta el presente, se
hace patente que el paso de los primeros pobladores asiáticos
hacia el continente americano a través del Estrecho de Bering, es
la única prueba fehaciente de la cual se pueda derivar el origen
de las poblaciones del continente americano (Vargas y Sanoja,
1992). Por otro lado, y en sentido geocronológico, la América
en su conjunto, es un continente de poblamiento relativamente
reciente (Rivet, 1973).
20 Las sociedades jerárquicas del tipo teocrático asentadas en el Valle
de Quibor guardan relación con las sociedades del sur de Colombia
(Febres-Cordero, 1960; Sanoja y Vargas, 1992). Efectivamente,
hacia el 1.500 a.C., las comunidades prehispánicas
asentadas en lo que es hoy el territorio de Colombia, adoptaron
un nuevo modo de vida denominado jerárquico cacical, el cual
existió básicamente durante unos 3.000 años, hasta la invasión
española. (Rodríguez et al., 2008)
21 El poblamiento original de lo que es hoy el territorio de la nación
venezolana estuvo relacionado con los grupos humanos que entraron
a Suramérica hace mas de 30.000 años o más a través de
lo que hoy se conoce como Istmo de Panamá (Sanoja y Vargas,
1992).
22 La cuenca del lago de Maracaibo, constituye el reservorio lacustre
más grande de Venezuela. En el territorio venezolano dicha
cuenca se encuentra distribuida en los estados Zulia, Táchira,
Mérida, Trujillo, Falcón y Lara. También la Republica de Colombia
aporta al territorio de la cuenca del lago una porción territorial
importante perteneciente a los Departamentos del Norte
de Santander y de la Guajira (Meneses y Gordones, 2005).
23 La Tradición Santa Ana según Wagner (1980, en Sanoja y Vargas,
2007) y Tarble (1980, en Sanoja y Vargas, 2007) tiene hasta el momento una fecha de 500 a.C. en la costa del Lago de Maracaibo.
Lo que estaría indicando un éxodo de grupos humanos de
esta enmarcados dentro de esta tradición hacia regiones colindantes
como la señalada anteriormente.
7.- Agradecimientos
Los autores del presente trabajo quieren agradecerles a los
técnicos del Laboratorio de Restauraci´`on y Conservación del
Museo Arqueológico “Gonzalo Rincón Gutiérrez” de la Universidad
de Los Andes, Marielena Henríquez y Heriberto Monsalve,
por la colaboración prestada en el estudio radiográfico, fotográfico
y descriptivo del cráneo.
(Source: saber.ula.ve)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario